Ha llegado a Ayacucho.
Quería tener la experiencia de estar en uno de los territorios más icónicos de la lucha por la independencia.
Esta región de encuentros sanguinarios, batallas, de rebeldes y guerreros milenarios, a más de 4,000 metros de altura sobre el nivel del mar, se le mostraba montañosa, agreste, tosca, dura, pero, a su vez, solemne y terriblemente bella. Llegó a una laguna rodeada de la vegetación amarillenta de las alturas, con largos y cortos ichus cubriendo las montañas…
Anduvo y subió sin saber muy bien qué encontraría. Era una peregrinación que lo llevó hasta un peñasco casi blanco al borde de esta laguna.
Pedraglio, de pronto, está seguro que este es el lugar. Empieza a llevar sus materiales de trabajo.
Son cables moldeables, cubiertos de plástico, y ha escogido los colores: rojo, blanco y negro.
Empieza a trabajar. Pedraglio construye su escultura que retuerce, anuda y teje en el aire. Se asemeja a la estructura abstracta de la geometría, los nudos, la asimetría que permite el material.
Parece también hacer referencia a lo orgánico, las vísceras, los sistemas internos del organismo.
Pedraglio, un autodidacta, un hacedor instintivo, emotivo, parece entregarse a esta lucha antigua e íntima.
El resultado es una escultura dura y blanda, de líneas y formas caóticas sobre la piedra casi blanca.
¿Es este frágil dibujo tridimensional, este casi esquizofrénico, libre, intuitivo, artilugio, lo que quiere dejar como “homenaje”?
Pedraglio ha desnudado sus líneas, sus nudos, sus densos lienzos para ofrecer un espontáneo y endeble reflejo de su obra.
Querría hablar del caos y la fragilidad del momento histórico, del mundo, y produce lo mismo…
Una acción y un objeto efímeros son el reflejo de lo no deseable, de lo que debe restaurarse…
Una niña pequeña lo ha seguido desde su camino por la montaña. La niña vestida de blanco se acerca, entra y queda casi enredada entre los elementos de la pieza. Logra salir y corre.
Pedraglio la ve como el símbolo de lo que puede “desenredar”, “organizar”, “ordenar”, el caos.
Ve a la niña y al color blanco del vestido como símbolos de salvación, de redención.
Todo el tiempo oímos el canto Kené, canto de paz, sanación, shipibo-conibo. Canta una mujer.
Su voz aguda y suave suena a la usanza de un icaro amazónico, un canto de sanación chamánico.
Pedraglio lo utiliza también como un símbolo de esa purificación y sanación que persigue.
La extraordinaria música acompaña al paisaje, al descubrimiento de la laguna y la piedra, a la creación, al viento, al paisaje montañoso. Todo el proceso, la acción poética de Pedraglio, la ida al corazón del conflicto y la lucha, el paisaje andino, la fusión de etnias y culturas en esta acción y este video, simbolizan la necesidad de la resolución del conflicto de las varias colonizaciones, de los roces y constantes fricciones de las múltiples culturas de un territorio que no se acepta ni se une.
Solitaria, poética y musicalmente, Pedraglio logra hacer y dejar su ofrenda en las montañas, la agreste sierra de este singular territorio, de esta antigua “ciudad de los muertos “.
Ana María Rodrigo P., 2021.
Video: Christian Duarte.
EL PROYECTO SE ESTRENA EN EL MARCO DE LA BIENAL INDEPENDENCIA EL 9 DE DICIEMBRE DE 2021, FECHA DEL ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO.
JESÚS PEDRAGLIO

Jesús Pedraglio Belmont (1970) es artista visual peruano. Su obra se centra en instalaciones e intervenciones de espacios arquitectónicos y paisajes. A veces sus objetos se basan en una estricta geometría lineal, y a veces emulan formas libres y aleatorias de la naturaleza. Entre sus materiales preferidos están hilos, fibras y cables moldeables. Ha presentado sus trabajos en reiteradas oportunidades en exposiciones y ferias artísticas en Perú, México, Estados Unidos y Canadá. Es director de la Galería 3600.